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18/3/08

INAPETENCIA

A veces, sólo a veces, cuando tomo la pluma para escribir, se me queda la mente en blanco. Me pregunto si sirve para algo más que para vaciar de clavos mi conciencia. Si a alguien le interesa lo que puedo decir en estas líneas. Si con mi opinión puedo accionar el resorte de la rectificación, o alguna lealtad escondida.
No lo creo.
Da la impresión de que lo que pueda decir yo, u otros, que se mueven estrictamente dentro de los márgenes de la buena fe, opiniones distintas y puntos de vista menos viciados, se estrellan contra los guiones de hierro y los intereses torticeros.
Así que podría hablar de temas sobados que enturbian el panorama jerezano considerablemente; como la no devolución fulminante de ese disparate de expediente catastral; como la inseguridad ciudadana y la crispación creciente, algo que sólo perciben los que, como yo, tomamos diariamente las calles y no los que habitan burbujas; el enorme problema de la educación como proyecto de convivencia, un sistema machacado por políticos cuyos hijos estudian en Inglaterra; la reforma de un hospital cuya mejor solución, según las opiniones más capaces, es la llana demolición; la cabezonería de construir un palacio de congresos mediocre para seguir acogiendo un turismo de medio pelo; el estupor porque la Junta, ahora, milagrosamente, apueste por el gran premio de motociclismo, cuando siempre le ha importado un rábano, lo cual, políticamente da que pensar; más otros asuntos endémicos que todos solucionan antes de las elecciones y que se pasan cuatro años más sin solución.
Pero les aseguro que no servirá de nada. Parece ser que valen más crédito las opiniones de otros escritores, o sucedáneos, o grafómanos, que las de intelectuales coherentes de distintas siglas. Pero si vende más libros Boris Izaguirre que Muñoz Molina o que Caballero Bonald, todo es explicable; tendremos que enseñar el culo para luego integrarnos en la intelectualidad bananera y así ser escuchados, además de vender muchas bazofias.

POSTELECTORAL

Escribo esto el viernes y aún no sé quién ha ganado las elecciones. Supongo que todos. Como siempre.
Y antes de conocer los resultados, antes de que las euforias o las decepciones tapen mis conclusiones, con objetividad, he reflexionado sobre lo visto.
Respecto a Andalucía, sólo una palabra; pena. Como andaluz, no es de recibo que el señor Chaves esconda su gestión tras el ruido de las elecciones generales. Andalucía merece un debate propio, sin injerencias, limpio de ramas, para que se hable nítidamente de nuestras realidades más cercanas. Por lo demás, yo echo de menos aire limpio, caras nuevas, políticas para los ciudadanos y no falsas palabrerías para crédulos, un ambiente sin nieblas para que, de una vez, el andaluz pueda votar libremente y no con disimulados encauzamientos.
En lo nacional, más que un proceso electoral, me ha parecido una campaña de desprestigio; de los candidatos y de la política en general. Un ejemplo de mediocracia.
Alguien debiera explicarle a algunas sabandijas, turbios asesores de los políticos, que no todo vale para ganar; que el voto es un simple trozo de papel y que vencer, en política, no debiera ser otra cosa que satisfacer a los ciudadanos.
Lo cierto es que jamás vi una disputa más pobre y bajuna en la historia de nuestra democracia actual. Quizás los partidos se han contagiado de la atmósfera reinante, de la gente, de las calles, de las televisiones, y han tomado nota de la zafiedad, la crispación y el insulto. O bien lo promueven. He escuchado atrocidades de puro memo, promesas hilarantes, datos encapuchados, hasta a un discriminado positivo ha estado a punto de correrse en un mitin. Lo nunca visto. Por lo demás, en mi caso, respecto a mi situación personal hace cuatro años, puedo asegurarles que gano menos y que gasto más al comprar lo mismo. Esa es mi medición y no otra. Lo demás, me trae sin cuidado.

4/3/08

DEBATES

Está de moda el debate político, ese espectáculo estelar, de bambalinas, de histrionismos interpretativos, de audiencias, de pura cosmética, donde los candidatos pretenden enfatizar en varios minutos cuatro años de gestión y de oposición, de aciertos y de fracasos.
Parece mentira. Despotricamos de todo lo americano y, sin embargo, irradiamos americanismo por los cuatro costados. Los imberbes van con pantalones de culo al aire, mascando chicle, con la gorra invertida, en monopatín y pintarrajeando las paredes. Encumbramos a ese intruso llamado Papá Noel en detrimento de nuestros Reyes Magos. Devoramos cine americano y hasta los actores, confesos de su antiyanquismo, pierden el traserillo por un Oscar. Las empresas adoptan las fórmulas americanas, vender el máximo a cualquier coste, machacando. Y sin embargo odiamos a los americanos.
También estos debates políticos, preelectorales, son una imitación más de los burdos hábitos americanos. Un intento de elevar a términos circenses el debate político.
Pero más importante aún es el post-debate. Datos sobre quién ha ganado, como si eso fuera crucial en el proceso electoral, y mil sondeos dispares, según el medio de que se trate, siempre dudosos, que intentan enmarañar nuestras impresiones reales, y apostillas falsarias desde los partidos.
A mi juicio, el acto del voto, esa decisión sacrosanta escrita en nuestra papeleta para elegir una opción u otra, es algo más importante que todo eso; es el premio o el castigo a una trayectoria, a los logros y los olvidos, a las confianzas y los engaños, y no a las facultades interpretativas, o a las medias verdades y medias mentiras, o a los datos muy volubles que se vierten durante media hora.
Yo soy partidario de que el signo de nuestros votos, de los que votamos una gestión y no unas siglas viscerales, de los que no llevamos una etiqueta colgada del cuello, debe inspirarse de puertas adentro, en nuestra vida diaria, en lo que tenemos y en lo que nos falta. Este sería un síntoma definitivo de cultura democrática que convalidaría, de una vez por todas, un sistema que se me antoja como estancado en la estética.

1/3/08

NECESIDADES REALES

Me gustaría aclarar que escribo estas líneas antes del debate de ayer, e importándome poco lo que digan o dejen de decir. Prefiero medir los logros según trayectorias y no por una función made in USA, estelar y momentánea.
Pues bien. La campaña electoral, a veces, mejor a menudo, circula por terrenos absolutamente irreales, en términos que en nada se ajustan a las auténticas necesidades de la ciudadanía.
Los de a pie, y es un útil consejo, debemos cerrar los ojos, abstraernos, y no permitir que los medios y los partidos nos digan lo que necesitamos. Sólo cada uno de nosotros sabe lo que necesita.
Un ciudadano jerezano, por ejemplo Perico, uno del montón, como usted o yo, para empezar necesita un trabajo. Tiene el derecho y también el deber de trabajar; por razones económicas, por amor propio y por responsabilidad social. De nada sirven las cifras manipuladas y las mentirosas promesas de unos y otros. La realidad es que Perico está parado.
Pero imaginemos que Perico trabaja, lo cual es mucho imaginar. Las siguientes preocupaciones son cómo va a pagar la hipoteca, los colegios, los impuestos, la cesta de la compra, la ropa, la gasolina, el café de ochenta céntimos,… Si Perico desea, además, una buena educación para sus hijos, escolar o extraescolar, o que hagan deporte, o que avancen como personas y no penetren en esa preocupante y tolerada fauna juvenil, tiene que hacer entonces un importante desembolso adicional.
Por otra parte, Perico, a cambio de lo mucho que tributa, encuentra calles sucias, salvajes al volante, atascos, agresividad, falta de aparcamientos, una incipiente mala educación, una sanidad desencantada, una administración apática y una enseñanza atemorizada.
Así que Perico, se pasa buena parte de su vida haciendo encajes de bolillos, ingeniería mini-financiera, para vivir con lo puesto o endeudándose lo menos posible. O meterse a sinvergüenza, que ese sí es un negocio seguro.
Y ahí van las soluciones políticas a los problemas de Perico; unas décimas de crecimiento del PIB, un gráfico dudoso, el recorte de medio punto de inflación, más prohibiciones para las faltillas y más exenciones para los grandes pecados, un apestado manual de educación para la ciudadanía y cuatrocientos euros de magnánimo regalo, como si los fuera a pagar ZP de su bolsillo. Así que Perico traga el anzuelo, se tranquiliza, vota y sigue con las mismas, haciendo cuentas.